Autor: Vicente Olavarría.
Economía del chantaje.
No hace falta ser extremadamente heterodoxo para plantear que la economía es una ciencia social y además política. “A diferencia de las ciencias naturales, la economía implica juicios de valor, aunque muchos economistas neoclásicos digan que ellos practican una ciencia libre de valores” (Chang, 2015). Tal es el caso de nuestro futuro ministro de economía, José Ramón Valente, quien escribió un libro sobre “La economía del sentido común”, donde “explica la economía con peras y manzanas”.
Obviamente, el economista ortodoxo se refiere sólo a las premisas de la economía neoclásica, las únicas que asume verdaderas. Para ser diplomáticos, empero, habría que decir que la economía es “siempre, en parte un vehículo de la ideología dominante en cada época, así como en parte, método de investigación científica” (Robinson, 1966).
El reciente impasse del gobierno chileno con el Banco Mundial no hace más que recordarnos que los países periféricos no son por completo independientes soberanos de su propia política económica. No así las grandes potencias. Planteo que esto se debe al rol disciplinador asumido por parte de las instituciones del capital internacional.
Este sesgo, sin embargo, no es exclusivo de quienes salvaguardan la reproducción del capital a escala mundial, sino también de las burguesías nacionales. Como ejemplo, el Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica (Clapes UC) inauguró en 2016 un índice de Incertidumbre de Políticas Económicas (IIPE), siguiendo una metodología creada por Baker, Bloom & Davis (2015) en la Universidad de Chicago (sí. La misma de los “Chicago Boys”). Su metodología “mide” la incertidumbre a partir de la cobertura de prensa del El Mercurio (Cerda, Cid & Valente, 2016). Cuentan las palabras que establecen a priori como indicativas de incertidumbre generada por políticas económicas y determinan, indirectamente, que el segundo gobierno de Michelle Bachelet coincidió con schocks internos de incertidumbre que fueron responsables de las caídas agudas en la inversión privada que observamos desde 2015 (Cerda, Cid & Valente, 2017).
Estos economistas hacen vista gorda de dos fuentes significativas de sesgo: El que se encuentra implícito en la cobertura de prensa de dicho diario favorable a la derecha y el hecho de que éste realiza notas de prensa sobre la evolución del IIPE, realimentando así la percepción de incertidumbre, medida luego por sus algoritmos, como una serpiente que muerde su propia cola. En efecto, los gobiernos de Bachelet I y II, y especialmente aquéllos meses en que se discutieron la reforma laboral y tributaria, presentan un IIPE más alto. Empero, este índice responde más a la desaprobación de Bachelet en la encuesta Adimark que a sus fundamentos, como por ejemplo la volatilidad del IPSA o el error en la predicción de la inflación por parte de los agentes del mercado (Olavarría, 2017).
Por otro lado, el consenso entre policymakers, políticos y economistas consiste en que hay lecciones indiscutiblemente aprendidas del pasado reciente: En el plano político, la orientación a los consensos entre izquierda y derecha y, en el económico, el gradualismo y la priorización de la estabilidad macroeconómica (Meller, 1996). La idea de que el bienestar macroeconómico manifiesto el control del nivel de precios, la estabilidad de la moneda y el extremo cuidado con los flujos de capital externos, por un lado, y el bienestar de los trabajadores, por el otro, están estrechamente vinculados, se encuentra en el corazón del sistema de capitalización individual administrado por las AFP. Aunque esta vinculación exige una corroboración constante y acabada, podemos pensar en los adultos mayores que jubilaron poco después de la crisis financiera en 2008, viendo reducido drásticamente el monto de su pensión por vaivenes del mercado que se les imponen de forma exógena (Mesa-Lago, 2009).
A mi entender, los anteriores son pilares de la política neoliberal y la economía neoclásica, respectivamente. Si estas premisas son ciertas, y el mercado financiero, a través del canal de las expectativas, es permeable a los indicadores creados por las instituciones del capital internacional, éstas podrían intervenirlos, y sería natural que quisieran, a favor de su propia agenda e intereses. Cuando los intereses de estas instituciones no coincidan con las políticas económicas llevadas a cabo por un gobierno “desalineado”, se podría llevar a cabo una suerte de “boicot económico”.
Estas dinámicas de chantaje han hecho gala internacional durante los debates en torno a la austeridad del estado, cada vez que se propone reducir la deuda pública aplastando el gasto fiscal. En el plano nacional las vimos en las declaraciones del presidente de la bolsa de comercio, Juan Andrés Camus, en octubre pasado: “Si no saliera elegido Piñera, la probabilidad que tengamos un colapso en el precio de las acciones es alta”.
En conclusión, el reciente impasse del gobierno chileno con el Banco Mundial que terminó con la salida de Paul Romer de éste, no hace más que recordarnos que los países periféricos no son por completo independientes soberanos de su propia política económica. No así las grandes potencias. Planteo que esto se debe al rol disciplinador asumido por parte de las ya mencionadas instituciones del capital internacional. Primero, porque la economía tiene tanto de ciencia como de apologética. Segundo, ya que las instituciones capitalistas tienen una agenda capitalista acorde. Y tercero, dado que la modernización económica trajo consigo la profundización de los mercados financieros, y ésta, a su vez, el “natural” entrelazamiento ideológico entre el bienestar del pueblo y el del capital sobre la base de la estabilidad macroeconómica y gradualismo político.
Referencias
Baker, S. R., Bloom, N., & Davis, S. J. (2016). Measuring economic policy uncertainty. The Quarterly Journal of Economics, 131(4), 1593-1636.
Cerda, R., Silva, A., & Valente, J. T. (2016). Informe Metodológico Índice de Incertidumbre Económica: Medición e Impacto. Documento de Trabajo CLAPES UC.
Cerda, R. A., Silva-Uribe, Á., & Valente, J. T. (2017). Economic uncertainty impact in a small open economy: The case of Chile.
Chang, H. J. (2015). Economía para el 99% de la población. Debate.
Lang, V. F., & Presbitero, A. F. (2018). Room for discretion? Biased decision-making in international financial institutions. Journal of Development Economics, 130, 1-16.
Meller, P. (1996). Un siglo de economía política chilena (1890-1990). Santiago: Editorial Andrés Bello.
Mesa-Lago, C. (2009). Efectos de la crisis global sobre la seguridad social de salud y pensiones en América Latina y el Caribe y recomendaciones de políticas. CEPAL.
Olavarría V. (2017) “Crisis de expectativas”: Análisis y críticas del Índice de Incertidumbre Económica (IEC) de Chile. Researchgate.
Robinson, J. J. R. (1966). Filosofía económica. Biblioteca de ciencias económicas., p. 3.
The Economist (20.1.2018) Undoing Business: The World Bank’s “ease of doing business” report faces tricky questions
https://www.economist.com/news/finance-and-economics/21735076-embarrassingly-they-are-raised-and-then-answeredby-its-chief-economist-world