Laudato Si por Francisco: Nuevas voces y desafíos frente a la crisis socio-ambiental

Laudato Si por Francisco: Nuevas voces y desafíos frente a la crisis socio-ambiental

“El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”.
Así expresa Francisco su preocupación por el problema medio ambiental en su nueva encíclica papal “Laudato Si”. Si bien estas palabras pueden no representar nada nuevo respecto a lo que ya se ha dicho sobre el tema, sí contienen una serie de apreciaciones y tareas imposibles de obviar, y que actualmente están siendo pasadas por alto. En este silencio, la economía no ha sido la excepción.

En primer lugar, destaca el carácter urgente del desafío ambiental, es decir, la necesidad de actuar hoy en pos de cambios que permitan minimizar los daños irreparables sobre el medioambiente. Este llamado urgente también constituye una invitación a la responsabilidad individual, al entender que los actuales niveles de consumo de los países desarrollados son insostenibles, generando niveles de degradación social y ambiental que comprometen gravemente las posibilidades de desarrollo de las futuras generaciones.

Destacar además que “el desafío de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana”, pues en la naturaleza no existen divisiones administrativas, fronteras, aduanas ni pasaportes, como tampoco existen para las consecuencias medioambientales derivadas de nuestras actividades productivas. Todas las consecuencias son tanto locales como globales, como también lo son los desafíos a la hora de frenar y reparar el daño ambiental. De allí la necesidad de alcanzar acuerdos globales y vinculantes.

Por último, es necesario destacar la “búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”, y es probablemente sobre este punto dónde aparecen las mayores discrepancias, asoma también la incapacidad de la élite política y económica a la hora de entregar respuestas y mostrar caminos de acción. En términos generales, el desarrollo sostenible se concibe como el acto de suplir las actuales necesidades sin comprometer la posibilidad de que las futuras generaciones puedas suplir las suyas. ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos suceden, a los niños que están creciendo? Esa es la pregunta planteada por el Papa Francisco. Por otro lado el desarrollo integral implica la necesidad de una visión multidimensional del ser humano, algo tan simple como comprender que el desarrollo íntegro de la persona va mas allá de adquirir una cantidad creciente e ilimitada de bienes materiales, junto al reconocimiento de la existencia de una dimensión inmaterial, estética, contemplativa y social, que constituyen quizá el espacio más importante de nuestra existencia terrenal.

¿Y qué pasa con la economía?

Sin duda que en la disciplina económica priman razones instrumentales como el individualismo metodológico, la racionalidad ilimitada, el crecimiento económico como sinónimo de desarrollo, la competencia como motor dinamizador de la sociedad, el consumo como medida de bienestar y una concepción mágica del mercado como espacio de asignación eficiente. Es a partir de estas consideraciones que podemos entender varios de los problemas que hoy se nos presentan, pues como dice Francisco en Laudato Si: “la metodología y los objetivos de la tecnociencia se han transformado en un paradigma de comprensión que condiciona la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad” (LS 107). Aquellas razones instrumentales mencionadas y que utiliza la economía, que hoy se conciben como pautas de comportamiento para el “agente maximizador” de la ciencia económica, transforma seres sociales en individuos incapaces de reconocer nuestra dimensión social, entrando en conflicto con el propio entorno.

Así, la disciplina económica ha dicho mucho pero ha aportado poco. La gran mayoría de herramientas económicas medioambientales propuestas por los economistas han constituido grandes fracasos, desde los mecanismos de mercado como son los bonos de emisión de CO2 transables, hasta impuestos verdes y control estatal de la explotación de recursos naturales. Esta falta de respuesta es de tal envergadura, que el peor escenario para los economistas (la crisis económica), constituye el mayor alivio para el medio ambiente. Sin duda que hace falta alinear intereses entre la disciplina económica y la protección ambiental, además de ser capaces de cuestionar las bases mismas sobre las cuales se ha desarrollado el pensamiento económico.

El desafío es hoy

La Cumbre por el Cambio Climático a celebrarse en París durante diciembre de este año (COP21/CMP11) constituye una nueva oportunidad para alcanzar “un acuerdo universal y vinculante que permitirá luchar eficazmente contra el cambio climático e impulsar/acelerar la transición hacia sociedades y economías resilientes y bajas en carbono”, como lo han afirmado sus organizadores. Sin duda que esta nueva oportunidad demanda una nueva solidaridad universal.

No cabe dudas que las reflexiones aquí expuestas son de una gran simpleza, hasta obvias, pero se han transformado en los árboles que nos impiden ver el bosque. De allí la necesidad de volver a considerar la solidaridad y el respeto por el medio ambiente como valores que guíen nuestro actuar en pos de alcanzar un desarrollo pleno para la gran familia humana.

Pablo González
Estudios Nueva Economía

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