Hace un par de semanas Felipe Gajardo, economista de Estudios Nueva Economía, escribía sobre la necesidad de considerar a las empresas cooperativas de forma estratégica en un nuevo proyecto de desarrollo que supere los paradigmas que conocemos hasta ahora. En su columna menciona que este tipo de democracia económica estaba ya presente en el programa de gobierno de 1970 tanto de Radomiro Tomic (DC) como de Salvador Allende (PS) para las últimas elecciones que se desarrollaron en democracia antes del neoliberalismo criollo. El autor de la columna hace alusión también al proyecto económico que podría surgir al alero del naciente Frente Amplio: “En tiempos donde se están realizando esfuerzos importantes por constituir un frente amplio que genere un proyecto que supere el neoliberalismo, urge considerar y hacerse parte de la arena productiva”.
En los siguientes párrafos abordaré el tema de las cooperativas incorporando un nuevo elemento, que es la posibilidad de enmarcar una política de proliferación de empresas cooperativas en un marco de fortalecimiento del espacio territorial.
Cuando se habla de una mirada territorial, lo que se quiere decir es que el espacio importa. Las escalas importan, pues condicionan el proceso de desarrollo.
Como organismos territorialmente relevantes, cada espacio político-productivo -país, región, comuna- debe diseñar sus propias estrategias de desarrollo económico. Mientras que a nivel nacional existen el programa de gobierno y recientemente la Agenda de Productividad, Innovación y Crecimiento, a nivel subnacional están las Estrategias Regionales de Desarrollo, y a nivel local los Planes de Desarrollo Comunal (PLADECO), junto a los Planes de Desarrollo Económico Local que tienen algunas municipalidades del país.
Teniendo esto claro, es posible decir que el espacio natural de funcionamiento de las empresas cooperativas –en la forma en que existen actualmente en Chile al menos- es el nivel territorial menor, es decir, el nivel comunal.
Pues en un lugar como nuestro país, en un tiempo como el de ahora, donde las cooperativas son un movimiento minoritario respecto al ordenamiento capitalista de la producción, las empresas cooperativas corresponden más a micro y pequeñas empresas.
Según datos de la División de Asociatividad y Economía Social (DAES) del Ministerio de Economía, el 80% de las empresas cooperativas en Chile son microempresas según la cantidad de trabajadores, lo que es natural en un país que solo recién se está empezando a ocupar política y legalmente del fomento -o al menos la no exclusión- del tipo de producción cooperativo.
Al mismo tiempo, y como bien señalan los Planes de Desarrollo Comunal de Iquique, Villa Alemana, o Cerro Navia, el fomento desde la perspectiva local tiene como foco natural a la micro y pequeña actividad. Esto se debe a que las MyPEs actúan mayoritariamente en forma local, sirven a la producción local, se alimentan principalmente -aunque no exclusivamente- de insumos locales, y funcionan con planes de negocios que se sitúan en un contexto local. Esto no pasa con las empresas grandes, las cuales actúan en el territorio nacional y supranacional.
Es por esto que la política de desarrollo productivo local es el mejor espacio para la construcción de una alternativa de desarrollo que incorpore la democracia económica y las empresas cooperativas como parte fundamental de la organización productiva.
Es por esto también que gran parte de la política productiva dirigida a las mipymes en Chile es canalizada a través de las municipalidades, en convenios con organismos y programas del gobierno central como son SENCE, SERCOTEC, FOSIS, INDAP, etc.
Actualmente las municipalidades pueden involucrarse en el fomento de la asociatividad y la economía social, y lo han hecho. La Municipalidad de Maipú, por ejemplo, destaca en su PLADECO la voluntad de “promover la creación de asociaciones de trabajadores (…) esto implica profundizar el desarrollo de cooperativas”. La Municipalidad de Recoleta manifiesta también en su PLADECO la voluntad expresa de asesorar y capacitar para la constitución de microemprendimientos, entre los que incluyen explícitamente a las empresas cooperativas.
Y no solo es planificación, es también ejecución. En su última cuenta pública, la Municipalidad de Maipú (2015) declara una “permanente asesoría brindada a las cooperativas de trabajo que actualmente prestan servicios al Municipio”. Algo similar ocurre con otras municipalidades como Cerro Navia o Vallenar.
Por otro lado, un estudio sistemático de este tipo de políticas y experiencias es algo que aún está pendiente por parte de quienes trabajamos en el análisis de las políticas de desarrollo productivo.
Todo lo anterior no quiere decir, sin embargo, que se prescinda de cualquier otro nivel de intervención.
En primer lugar, las comunas no necesariamente son sistemas productivos completos, lo que pasa por ejemplo en el caso de las llamadas comunas-dormitorio. En este sentido, algunos postulan que el espacio relevante en realidad son las ciudades más que las comunas, como lo define la reciente conferencia Hábitat III de las Naciones Unidas, al igual que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (“ODM #8: Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”).
En segundo lugar, los espacios de política implican tanto el nivel local de comunas o ciudades, como los niveles subnacionales, nacionales, regionales (América Latina en nuestro caso) y globales. Cada espacio y escala tiene su propia importancia, necesidades y requisitos de coordinación. No es conveniente prescindir de algún nivel de intervención.
Si se trata de definir sinergias entre estos distintos niveles, en el caso de las empresas cooperativas, tanto leyes como instituciones del gobierno central (por ejemplo la División de Asociatividad y Economía Social del Ministerio de Economía) pueden colaborar con los gobiernos locales para el impulso a este tipo de empresas. Hasta donde sabemos, esta colaboración ha tomado lugar recientemente en comunas como El Bosque, Maipú, Providencia, Recoleta, Puente Alto y Cerro Navia. La sinergia entre los diferentes niveles territoriales sin duda es un aspecto clave a tener en cuenta, a pesar de que las empresas cooperativas en la actualidad enmarquen su actuación principalmente en el ámbito local, y que sea este el nivel óptimo desde donde enmarcar una estrategia de recomposición del tejido productivo cooperativo.
De esta manera, son varios los aspectos a considerar. Sin dudas que el nivel territorial, local, comunal, es el espacio idóneo para la construcción inicial de un proyecto alternativo de democracia económica, en vista de la naturaleza actual de las cooperativas en Chile. Desde el punto de las políticas públicas, los gobiernos locales, a través de sus incubadoras de negocios y los programas de fomento al emprendimiento y apoyo a las pymes pueden jugar un rol central en la promoción de las empresas de la economía social, junto al apoyo que se pueda obtener de las políticas que tiene a disposición el gobierno central.