La falsedad del “pleno empleo” de la Universidad de Chile

La falsedad del “pleno empleo” de la Universidad de Chile

El pasado jueves 26 de enero, el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile dio a conocer los resultados de la encuesta de desempleo para el Gran Santiago para el mes de diciembre del 2011[1]. Este estudio se realiza desde hace 54 años, y permite hacer una comparación histórica de los niveles de desempleo en la Capital del país. Los principales resultados revelan una tasa de desempleo de 6,2% para Santiago en diciembre de 2011; es decir, una mejora de 1,1% con respecto a septiembre del año pasado, y de 1,7% con respecto a diciembre del 2010. La más probable causa argumentada por los expertos economistas, es un buen ritmo de crecimiento económico, sobre todo en sectores como la construcción y la industria manufacturera.

Más allá del análisis de la precariedad de los puestos de trabajos creados[2], en esta columna nos referiremos a la llamativa presencia de un concepto económico mencionado durante la rueda de prensa, que no encontramos en el informe citado, y que fue utilizado para un flamante titular de La Tercera al día siguiente. Nos referimos al llamado “pleno empleo” y la afirmación de que, por lo menos en el Gran Santiago, nos encontraríamos en esta situación.

El “pleno empleo” ha sido definido históricamente, desde los primarios estudios de Keynes sobre la desocupación, como la situación en que todos(as) los(as) que deseen obtener un empleo, lo pueden hacer. Es deducible, pues, que en este escenario no existe la cesantía. Sin embargo, un nivel mínimo de desempleo es aceptable aún para el calificativo de pleno empleo, pues existe un tiempo de “búsqueda” para los que son separados de un empleo y buscan otro, o los que recién ingresan al mercado laboral y están buscando un trabajo. Esto es conocido como el “desempleo friccional”, y tradicionalmente no supera el 2-3%.

Pues bien, la pregunta que surge a partir de lo presentado es la siguiente: ¿Cómo estos expertos economistas pueden considerar una tasa de 6,2% (184.400 personas) como una situación de pleno empleo? ¿Es que acaso no conocen la definición? Dado que es poco probable que estos economistas no conozcan la definición del pleno empleo, lo que queda por deducir es que, lo que sucede en realidad, es que estos economistas han distorsionado deliberadamente la teoría, haciendo caso omiso de historia universal de la ciencia económica. Un nivel de 6,2% está lejos de representar una situación de pleno empleo, pues claramente este nivel de desocupación no corresponde sólo al llamado desempleo friccional. En las cifras actuales, efectivamente hay personas que buscan trabajo y que no pueden encontrarlo. Y más aun, pues no consideramos aquellos(as) que no han buscado trabajo activamente pues, literalmente se “aburrieron” de buscar y no encontrar, o simplemente saben que no podrán obtener uno (¿se considerará la delincuencia un empleo?).

A lo que estos expertos económicos en realidad hacen referencia, es a la llamada NAIRU[3], o “tasa de desempleo que no acelera la inflación” (también llamada tasa natural de desempleo[4]). El nacimiento de esta construcción teórica debe buscarse en la escuela neoclásica (Friedman y compañía) y en la llamada síntesis neoclásica (también llamados neokeynesianos), como una tergiversación de los estudios realizados por A. W. Phillips (1958), economista que quiso demostrar una relación entre variación de los salarios nominales y la tasa de desempleo (no de la inflación y el desempleo). La idea detrás de la NAIRU, es que si un gobierno mantiene la convicción de una política orientada al mantener un verdadero pleno empleo, disminuyendo el desempleo por debajo de lo que determine la NAIRU (que en este caso sería de 6,2%), un aumento en la demanda que provocaría el mayor poder adquisitivo de la población (por haber más empleo), provocaría una inflación creciente (una mayor demanda implica aumento en los precios según las leyes de oferta y demanda), que distorsionaría los “precios de equilibrio” y mantendría a ciertos sectores productivos dependientes de una inflación cada vez mayor. Este argumento lo podemos encontrar en Hayek (1975)[5], pero ha sido un debate constante desde los tiempos de Keynes. El economista Michal Kalecki en su escrito The Political Aspects of Full Employment (1943) contra-argumenta este planteamiento, incorporando elementos políticos al análisis económico.

No es la intención en esta oportunidad argumentar la falsedad de la llamada tasa natural de desempleo, como una abstracción teórica que justifica la imposibilidad e inconveniencia del pleno empleo, como lo argumenta Eisner (1995)[6]. Lo que queremos mostrar, es que en realidad el enfoque de los economistas de la Universidad de Chile está orientado a una NAIRU de 6,2%, y no a un pleno empleo de este nivel. Esta tasa natural de desempleo se justifica en los resultados de Restrepo (2007)[7], y en la verificación empírica de que, desde la restructuración económica neoliberal de la Dictadura (o régimen), las tasas de desempleo desestacionalizadas (es decir, sin considerar el ciclo económico anual) no han bajado de un mínimo de 5,7% mensual, registrado en mayo y junio del ’98 según el INE. Esto hace suponer a los economistas, la imposibilidad de una tasa inferior, atribuyéndole en consecuencia una equivocada definición de pleno empleo a este nivel.

Cuando hemos visto en los últimos diez años, tasas de desempleo que varían entre el 2% y 4% en países escandinavos y europeos como Austria, Suiza o Dinamarca, es válido cuestionarse la posibilidad de que nuestra economía pueda alcanzar verdaderamente niveles de pleno empleo, más allá de lo que pueda decir una eventual NAIRU. Características de estos países son la propiedad social de los recursos naturales, elevadas tasas impositivas, elevados niveles de gasto público, amplio seguro de cesantía, y un fuerte Estado de Bienestar. Realidad lejana a la nuestra, más que por condiciones económicas, por imposiciones políticas. Claramente, estas conquistas en países europeos no han sido gratuitas, la sociedad en general, los movimientos sindicales, y la socialdemócrata han jugado papeles históricos importantes.

Finalmente, parece curioso que hayan sido estos expertos económicos neokeynesianos -simpatizantes de los Gobiernos Concertacionistas- los que pretenden atribuirle a un modelo económico neoliberal características de los Estados de Bienestar, (y de las antiguas economías socialistas), siendo la Ministra del Trabajo ultraderechista, Evelyn Matthei, la encargada de salir al paso para restarle “optimismo” a este diagnóstico. Es grave cuando se distorsiona la teoría, la ciencia, y la historia económica, y es más grave aun cuando esta manipulación consciente la hacen los expertos económicos, para muchos considerados progresistas.

Felipe Correa
Estudios Nueva Economía

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