El recientemente publicado informe de la comisión Bravo propuso, en síntesis, un pool de 3 propuestas que denominaron A, B y C. La propuesta A era esencialmente perfeccionar el sistema de capitalización individual; la C consideraba un sistema de reparto, y la B consistía en un sistema mixto entre reparto y capitalización individual.
A fines de julio se realizó una votación entre los 24 miembros de la comisión, votación que quedó plasmada en el informe final. De los 24 miembros, 12 votaron a favor de la A, 11 por la B y 1 por la C.
Así, lo que se difundió por la prensa y lo que han manifestado los 12 miembros adherentes de la propuesta A, es que esta fue “ganadora” por obtener el mayor número de votos. Los miembros de las propuestas B y C, por su lado, argumentaron (como aquí) que no hubo ganador, sino dos soluciones de mayoría, pues ninguna propuesta tuvo el 50% más 1 de las votaciones. Así, si se hubiera pasado a “segunda vuelta” –como se hace cuando se debe elegir una sola propuesta -, lo más probable es que las propuestas A y B hubieran terminado ambas con 12 votos cada una.
Lo que argumento a continuación es que una solución socialmente óptima (pensando solo en las votaciones de la comisión) es optar finalmente por la propuesta B. ¿Por qué?
Tomemos como supuesto (¡importante!) que las tres propuestas pueden ser ordenadas de forma lineal, siendo la propuesta B la intermedia (la cual mezcla reparto con capitalización individual), con igual distancia hacia la A (capitalización individual) y a C (reparto).
columna1
Si se asignara un valor a A, B y C según el supuesto anterior, digamos, A=1, B=2 y C=3 (cualquier valor que mantenga los supuestos anteriores sirve), y multiplicara cada valor por la proporción de votos –un 50% votó por la A (12), 45,8% por la B (11) y 4,2% por la C (1)-, el resultado sería 1,542 (1*0,5+2*0,458+3*0,042=1,542). Esto significa sopesar cada alternativa por su valor, para encontrar el valor óptimo según las ponderaciones. Gráficamente:
columna2
De esta manera, la media de las propuestas se acerca más a B que a A (ya que el valor está por sobre 1,5), siendo por ende la propuesta B la óptima, desde un punto de vista social, es decir, la que minimiza la pérdida social considerando las preferencias de cada comisionado. Evidentemente, este resultado está gatillado porque (1) en este esquema las posiciones minoritarias SÍ importan, (2) la propuesta C ejerce una influencia mayor que el 12º voto de la propuesta A, y (3) no existe la posibilidad de ejecutar combinaciones lineales de las propuestas A y B.
Con respecto al punto (1) y (2), vale la pena mencionar que si fuera por preferencias sociales, el esquema hubiera sido de la siguiente forma:
columna3
Y esto se debe a que según el Informe de Desarrollo Humano 2015 publicado por el PNUD, el 81% de la población cree que es mejor que el Estado se haga cargo del sistema de pensiones (C), el 15% opta por un sistema mixto (B), y solo un 3% prefiere un sistema de capitalización individual (A). De esta forma, no es tan descabellado pensar que el único voto que tuvo la opción C dentro de la comisión no corresponda en realidad a un voto de una irrelevante minoría, que no valiera la pena considerar.
Y finalmente con respecto al punto (3), si se considerara la posibilidad de ejecutar combinaciones lineales de las propuestas A y B, una opción interesante a explorar sería la de implementar un sistema mixto (propuesta B), junto a algunas –no todas- de las 58 modificaciones que plantea la propuesta A. ¡Esto sin duda sería una solución óptima!
Felipe Correa
Estudios Nueva Economía