Chile despierto necesita de otra forma de enseñar la economía
Felipe Gajardo y David López. Red de Estudios Nueva Economía.
Digamos las cosas como corresponde: la enseñanza de la economía no está a la altura de los tiempos que acontecen al Chile del siglo XXI. Necesitamos dotarnos desde otras perspectivas económicas más razonables con la realidad para dar respuesta a las necesidades del pueblo.
Las escuelas de economía siguen enseñando la idea de que el mercado, libre o parcialmente regulado, es el mejor mecanismo para organizar económicamente la sociedad. Incluso luego de introducir matices en esta idea, a través de fallas de mercado y asimetrías de información, este modelo, de “competencia perfecta”, sigue siendo el estándar sobre el que se compara todo lo demás. Cualquier aspecto social surge como el resultado de la acción de individuos que velan sólo por su propio beneficio. El individuo económico sólo elige entre opciones alternativas, no pudiendo protestar, cuestionar o debatir las condiciones en las que se encuentra, cuestión ya criticada por pensadores como Hirschman hace años atrás[1].
Esta visión hegemónica en economía ha justificado la privatización de los derechos sociales. Consecuencia de ello es que en los años ochenta se permitió el desarrollo de escuelas particulares subvencionadas, financiándolas a través de la demanda, es decir, por cada estudiante el Estado entrega un voucher, fomentando el negocio de la educación y debilitando la educación pública (si a comienzos de los años ochenta la participación pública en la matrícula de la enseñanza media era del 78%, esta cayó al 43% el 2010[2]). Lo mismo en la salud: clínica y atención de calidad para quienes pueden pagar, y hospitales y mala calidad para quienes no pueden.
Bajo esta idea se ha justificado el sistema de capitalización individual, entregando pensiones de miseria, con un 50% de las y los pensionados recibiendo menos de $151 mil[3]. También justifica que las empresas convencionales busquen minimizar el costo de sus insumos, principalmente el de mano de obra. Estas premisas dejan fuera del análisis la disputa de la distribución de las ganancias en una empresa, omitiendo el rol de los sindicatos. Se pueden entender como una defensa intelectual del desmantelamiento y represión del movimiento sindical en dictadura, y la posterior debilidad de la organización sindical, incluso tras el regreso de la democracia.
Las clases de economía en Chile siguen señalando que las y los trabajadores reciben un salario equivalente a su productividad marginal. Es vergonzoso establecer una hipótesis como esta, en un país tan desigual en el mercado del trabajo que el 0,01% recibe sueldos sobre los $500 millones mensuales, mientras que el 50% recibe un sueldo de 400 mil pesos líquidos[4], y donde hay una clara brecha entre el salario y la productividad, reportado desde hace ya un tiempo por la Fundación Sol[5].
El 23 de octubre del presente mes la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile señaló estar disponible para la revisión y rediseño del sistema de seguridad social y otras políticas que permitan reducir las inequidades para lograr un desarrollo económico inclusivo y sustentable[6]. El 25 del mismo mes, la Escuela de Economía de la Universidad Católica reconoció haber cometidos errores y manifestó el deber moral de contribuir al debate[7]. Si sus intenciones son verídicas, entonces deben estar disponibles para introducir cambios sustantivos en sus mallas curriculares, reduciendo la importancia de la escuela neoclásica, fundamentación teórica del sistema neoliberal, y aumentando la relevancia de otras escuelas. No basta con agregarlos como cursos electivos sin peso real dentro de la carrera. Requiere tener sincera disponibilidad para modificar el núcleo de sus mallas.
En parte, este cambio puede moverse dentro de los mismos horizontes teóricos de la teoría dominante. Los cursos básicos de economía pueden actualizarse para salir del énfasis dado a la teoría neoclásica pura, incorporando instituciones, bienes comunes e interacción, como la propuesta del proyecto CORE[8]. Pero con esto no basta, ya que mantiene en el centro las mismas bases de la teoría neoclásica. Pensar en profundidad los problemas sociales que nos aquejan hoy obliga a dar cabida a otras visiones, abiertamente contrapuestas a las bases ideológicas de la teoría dominante, anti-neoliberales en esencia.
La teoría del valor trabajo, por ejemplo, permite entender la distribución del excedente en el sistema capitalista e introducir el concepto de explotación. Asimismo, releva la importancia del estudio del conflicto capital-trabajo, y su relación con la brecha productividad-salarios y la concentración de la riqueza[9].
La economía feminista permite romper con la visión tradicional del trabajo y la economía, expandiendo la noción de éste hacia el ámbito privado y labores no remuneradas como el trabajo de cuidados, permitiendo entender la división sexual del trabajo y sus injusticias. Además, plantea una expansión del conflicto capital-trabajo al capital-vida, y pone la sostenibilidad de la vida en el centro.
La economía ecológica y ecología política, por otro lado, son fundamentales en la enseñanza de economía, pues justamente ponen en el centro la discusión medioambiental en un país con zonas de sacrificios, privatización y sobreexplotación de recursos naturales.
Finalmente, cursos sobre desarrollo económico que expandan la teoría hegemónica como la estructuralista y de la dependencia, y cursos básicos de teoría social, teoría política y epistemología abren la puerta a una reflexión más completa, informada, crítica e inclusiva.
La teoría neoclásica entregó los fundamentos para el posicionamiento del mercado en toda esfera de la vida y el abuso por parte de la clase empresarial. Si queremos enfrentar eso, y construir una sociedad en donde el pueblo no sufra las condiciones de miseria que hoy vive, entonces modifiquemos la enseñanza de la economía para formar estudiantes con una visión crítica real.
Notas:
[1] Albert O. Hirschman. Salida, voz y lealtad. Fondo de Cultura Económica. México. 1977.
[2] Bellei y Vanni, 2015. The evolution of educational policy in Chile, 1980-2014. En S. Schwartzman (editor), education in South America. Bloomsbury Publishing.
[3] Gálvez y Kremerman (2019). Pensiones bajo el mínimo. Resultados del sistema de capitalización individual en Chile.
[4] Fundación Sol en base a López, Figueroa y Gutiérrez (2013), con dólar actualizado a diciembre del 2017.
[5] Ver en: http://www.fundacionsol.cl/2011/10/el-dia-del-trabajo-decente-y-la-tijera-de-la-desigualdad-en-chile/
[6] Ver en: http://fen.uchile.cl/es/noticia/ver/declaracion-facultad-de-economia-y-negocios-de-la-universidad-de-chile
[7] Ver en: https://www.cnnchile.com/pais/academicos-economia-uc-errores-deber-moral_20191025/
[8] Ver: https://www.core-econ.org/
[9] Estudios señalan que el 1% de Chile concentra el 33% de las riquezas generadas en el país (López, Figueroa y Gutiérrez, 2013). Ver en: http://www.econ.uchile.cl/uploads/publicacion/306018fadb3ac79952bf1395a555a90a86633790.pdf
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